Hommage an Charlotte Grasnick

José Pablo Quevedo (Perú)

Cuadro Primero

Cada nube cambiante, desde sus espejos,
deja pasar la ilusión de lo habitual y de lo eterno.
Cuando la miramos,
ella pareciera un yo encerrado y gravitante,
blanca y oscura, tal vez, un ámbar irradiante,
la huella que refleja la imaginación sobre la arena.

Sólo que la nube es alta y en transformación pasa,
y pasa cada puerta en brillo puro,
es la alegría y la amenaza,
aún cuando nos entrege sus perfiles formidables.

Cuando la tarde cortada por arreboles viene,
suicida sol que rompe en lumbre sus colores.
El tiene como tú por columpio el cielo claro,
la descubierta huella sobre la estampada arena,
y la pasajera nube que los espacios los recorta.


Cuadro Segundo

Cuesta decirlo, los horizontes, son naves que se no pierden,
pero hay que saber mirar al interior de las piedras.
Caspar Friedrich David sobre las rocas de Greda lo puede.
El entrega a su pincel los últimos detalles de las naves en la niebla.

Su meditación es silueta que contrasta con las piedras blancas,
con las arenas, hechas colinas, entre los colores de acero del mar.
El lo atrae desde su asiento para llevarlo a tus pies,
a la flor de viento que atenta está creciéndole a la hierba.
Minentras la naves se van recogemos el sueño con pañuelos blancos.


Cuadro Tercero

El Greco llama a su manierismo y su manierismo viene hacia tí.
En el día que levanta una orilla hay un racimo de ola y hay un poema.

El Greco con su mar cobra todo su impulso, pone el cielo boca-abajo
hasta hallar la ola que cabalga como blanco alazán haciendo espumas.

Versos y sonidos tienen el mar por los círculos gastados de las lunas,
que van hacia el azul, y allí detenidos, colorean nuestros sueños.
Las rosas caen desde los techos altos de nuestras habitaciones,
muestran sus espinas y sus pétalos crecidos y sus ramas.

Ante el mar, tu vestido color esmeralda se ha confundido con las olas,
tienen sirenitas, pero hay delfines que en salto se detienen, te circundan.
Y tu mejor regalo, cada día, lo veo aparecer en lo verosímil del sueño.


Cuadro cuarto

Los ríos no confunden sus desembocaduras, otra vez regresan.
Se renuevan.
Cuando van hacia la mar con el impulso de sus aguas
tienen el palpitar lejano de los astros y ellos te hablan.
Así llega a tu mano el cuarto menguante y creciente de una luna.

Cada círculo está calculado para la infinidad del verbo,
donde las piedras corren, caen, se estremecen, quiebran sus formas
se van hacia el abajo de los abajos, se forman como nube.

En el pedazo de cielo que te deseas con cada impulso de tu respiro,
sube la piedra de su río hacia la estrellas que imagina a tu sueño.

José Pablo Quevedo
Sept 2009

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