TORSOS DE LAS GUERRAS Por José Pablo Quevedo. rgc

 
Acabo de terminar la lectura de TORSOS DE LAS GUERRAS  y he quedado muy satisfecho de su contenido. Antes de continuar, te digo José Pablo que estas líneas son totalmente espontáneas, momentáneas si se quiere, porque son tantos los compromisos que tenemos en este abril de los poetas, que no podemos detenernos en hacer ayuda-memorias o notas de pie de página. Pienso que lo que te vengo de decir está para ti demás, pues sabes que siempre escribo lo que se me ocurre, sin pensarlo dos veces y salga lo que salga como el gallo viejo, pero siempre mataó.

Estos torsos que se superponen a tus Torsos y Piedras, marcan una fase muy clara en tu devenir poético, llevando al Poeta al cumplimiento de su sagrada misión de sincerarse ante él mismo y ante los demás, diríase mejor ante el mundo en que le toca vivir. Y es que en su contexto,  -en una ligera mirada-,  hay filosofía, historia, geopolítica y  política social en defensa de los pueblos.

En la Literatura Peruana este Texto significa el primer instante lúcido de la relación y  situación de la Poesía en la Filosofía, porque define una Segunda Etapa de interpretación de nuestra realidad iniciada por José Carlos Mariátegui en busca de nuestra nacionalidad, la que gracias a Torsos de las Guerras hoy eclosiona como resultado de los procesos de  investigación global y del pensamiento crítico que nos lleva al sujeto colectivo como fin de la historia.

La amenaza termonuclear que amenaza al planeta, es para el poeta el decurso de la historia del hombre desde que Caín mató a su hermano Abel, hasta que más pronto de lo que pudiera pensarse se escuchará el soliloquio del último y desconocido soldado, moribundo e inexorablemente anónimo entre cincuenta millones de muertos, los que a su vez serán destituidos por otro mar de cadáveres.

Aquí están los clamores de las nuevas guerras, en esta "rueda dentada de la historia", regresiva, repetitiva y diferente, de la que los pueblos deberán escapar únicamente si conforman un Frente Común para el registro de sus nuevas páginas.

Torsos de las Guerras es un libro para entendidos por tratarse de una enciclopedia de acontecimientos universales hábilmente escritos, donde el olor del petróleo es más fuerte que el olor de la yerba, y donde se refiere que aún adorándose al becerro de oro, los gigantes dinosaurios terminaron su ciclo sobre la tierra.

Gracias José Pablo por tildarme de dinamitero, es un honor para mí figurar en el contexto de tu libro.

                             raul galvez cuellar,
                       Lima, 10 de abril de 2013
                      http://rgalvezcuellar.blogspot.com/




Algunos poemas de Torsos de las guerras
 
 
Obra plástica en hierro
 
(Gracias a Julian Assage y a Wikileaks)
 
Con el hierro en la mano
Caín mata a su hermano.
 
Con el carro de guerra
y con ojo de cíclope
se puede calcinar la rosa,
se puede convertirla la belleza en chatarra,
y el hierro puede más
en desalmar una obra de miles de años,
y miles de aldeas y cientos de naves.
 
Matar a los hombres como a pajaritos
sea con el garrote o la bala, 
o en salto de metralla,
es el tiro de muerte
que regresa al hombre
a la edad de las cavernas.

 
 
Contra una posible amenaza termonuclear
 
Perspectiva del plomo,
del árbol muerto
en la sed de los astros.
El viento seco sin huella.
El dolor, sin dolor, en su sombra.
 
¡Hiroshima!
El huevo encubado
en el agua de las máquinas
como un sol negro
ardió tu corazón.
 
Fue una nube radiactiva,
parida en un U.S.A.-laboratorio.
 
Lo recuerdo,
fue en 1945.

 
 
 
 

El último soldado caído

no se cuenta en una guerra
 
S.O.S.
Estoy herido en una zanja,
siento frío, de hielo son mis manos,
mis piernas están pulverizadas.
Sólo un mar de cadáveres
ante mí,
para que otro mar los limpie.
Pero lo que más siento
es que no se me contará
entre los 50 millones de muertos
cuando los historiadores
ya no tengan la prueba
de mi muerte.
 
 
 
Cuándo el hombre
 
Cuándo el hombre
no sea parido
por el huevo de la muerte,
todas las estrellas
nos parecerán las mismas
en los ojos.
 
Cuándo el hombre
no haya nacido
en un basural
de radiación atómica,
todos los colores
serán los de la luz
para definirnos.
 
Cuándo el hombre
y los pájaros ya no mueran
sin ojos en los pantanos de petróleo,
todas las rosas del universo
dejarán caer una imaginación infinita.
 
Maduros en el atardecer y amanecer
de la misma estrella,
seremos los mismos,
y otros, como al principio.
 

 

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