Aportes para las discusiones del pensamiento literario y político de RGC .Tomado de la correspondencia y las conversaciones entre RGC/JPQ* y que servirá de muestras para el Evento Internacional de Poetas y Escritores “RAÚL GÁLVEZ CUÉLLAR” del 16 al 19/AGOSTO/2012 HUACHO – PERÚ
José Pablo Quevedo
PARTE CUARTA
JPQ: Ese día se levantó Manuel Pérez muy contento y se puso a cantar mientras se ponía sus mejores ropas de hechuras extranjeras. Para él era el mejor día de su vida, pues iba a prestar el juramento como nuevo Ministro de Educación y Cultura ante el Congreso Nacional de la República a propuesta de su partido de gobierno. Antes de tomar el desayuno, la empleada le había llevado un crucifijo de plata que el candidato a ministro le había pedido y lo había puesto sobre su escritorio. Manuel Pérez miró la cara del Cristo que estaba clavado al madero, y en un tácito silencio comprometedor, se dijo para sí mismo las palabras que iba a decir en su juramento. Más tarde le pidió a su chofer que sacara su Mercedes Benz para que lo llevara hacia el Palacio de Gobierno.
Manuel Pérez entró a la gran sala presidencial donde había un público selecto y de periodistas que estaban abarrotados en varias filas. Los fotógrafos pugnaban en algunas áreas para hacer las mejores vistas y regaban haces de luz en la gran sala. También vio como entre los aplausos de sus partidarios, otro ministro conservador, había juramentado ante el Presidente del Congreso.
- ¡Sí, juro por Dios y por la Patria cumplir con mis deberes de Ministro de Justicia y defender los derechos de todos los ciudadanos peruanos sin discriminación alguna y de acuerdo a las leyes del Estado. Un estruendoso aplauso había coronado la entrada de un nuevo cargo de ese nuevo Ministro.
Cuando llegó su turno a Manuel Pérez, y al ser preguntado por el Presidente del Congreso, si aceptaba su nuevo cargo de Ministro de Educación y Cultura, este hombre vaciló ante el crucifijo antes de levantar la mano, y casi de inmediato repasó la respuesta que había repetido tantas veces, miró lentamente a su interrogador, y contestó.
Juro por la Patria llevar la educación y la cultura a todos sus rincones del Perú para el bienestar de todos y sin discriminación ciudadana alguna y ella hacerla prevalecer fielmente.
El señor Presidente del Congreso, quedó algo sorprendido, pues siempre todos los candidatos a ministros juraban por Dios y luego por la Patria. El hombre experto en este oficio miró al hombre que estaba juramentando, y creyendo que el candidato había olvidado a Dios trató de ayudarle y le mostró el crucifijo. Pero Manuel Pérez más pronto que el mismo rayo, y también leyendo la intención del Presidente, halló la respuesta de su convencimiento.