El corazón del poeta
Una nave que es el corazón
del poeta
entrando a Gaza por sus mares,
y la multicolor bandera solidaria
flamea en las proas de cruceros.
Es la es la eternura de los pueblos en trigo
y en centeno,
es la eternura hecha juguete o libro
o medicamento para niños palestinos.
Pero ante cualquier nube de tormenta
el poeta va montado firmemente en su crucero,
va desafiando la amenaza de los acorazados
y sus cañones.
Entre la calma y la tormenta, el poeta sabe,
que Israel habla de la guerra y construye guetos ,
y su habla no es la piedra o la flecha daviniana,
sino son cañones vomitando el estupor
y la muerte a mansalva.
Israel hiede a carroña
Israel, vuestro Primer mandatario,
pena con su mandíbula de mentiras,
y en la burla al quinto mandamiento.
Su canibalismo imperialista puede más
y puede más el olor a sepulcro y a carroña,
y puede más el exterminio del hermano,
para darle a su dios el beso de Judas.
Israel, vuestros ministros son fósiles sepulcrales,
repugnancia que la misma repugnancia odiaría,
y que las mismas hienas se arrepentirían
de haber sido paridas en la crueldad de la noche
de una sola luna.
Israel, vuestros sacerdotes,
son, ahora, homúnculos germinantes
de las probetas testaferras,
reptiles que a la hora de muerte
se inyectan de venenos
y expanden el dolor con bombas racimos.
Israel, tú misma lloraste en tu cautiverio,
y tu dios te dio la paz y el maná del cielo.
Pero el becerro de oro, puede más,
y nuevamente te has traicionado,
adorándolo junto a otras proxonetas de lupanares.
Los guetos de las rameras sionistas
Gaza, ciudad dividida en cientos de prisiones,
barras y alambres de púas entre uno y otro paso,
calles bizarras donde el plomo enemigo aún humea,
tierra destrozada en cientos de metros a la redonda.
Las piedras yacen calcinadas por la lluvia del fósforo,
el agua escasea, las madres lloran a sus hijos calcinados.
Lo que quedó en ruinas por los coetes de la muerte,
nadie lo podrá recomponer,
ni el dios Jehová entregará el maná para los palestinos,
aunque ellos vagan por la franja desde hace cinco años.
El paso les está prohibido de ir de una a otra calle,
los rostro hoscos de una soldadesca sionista lo impide.
Los estandartes ya no son los bemoles del Rey Salomón
para quienes con tiros matan a la gente como a pajaritos.
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