"CRÓNICAS DE LA VIDA", sobre una nueva Exposición del pintor peruano, Leonardo Casimiro.


El filósofo griego Aristóteles comparaba la(s) mano(s) del hombre con el alma, pues veía en ella(s) un instrumento-o los instrumentos de ella misma, es decir, su alta organización. En cambio, la luz es el esclarecimiento, y ella debe ser llevada a todos los hombres con las manos, que es como decir, la mano es la conductora de lo que le ordena la razón o el entendimiento. Ella es la que debe de afirmar las capacidades humanas y contribuir a la propia libertad con sus intenciones sabias y justas.

Este dualismo, simbólico de la pintura expresionista de Leonardo Casimiro, que intuimos, refleja el camino de la dialéctica regresiva del pensamiento progresista humano, desde el racionalismo francés y alemán hasta las tendencias filosóficas modernas, incluidas dentro de ellas, la dialéctica materialista. Pero más aún, esa fuerza vital, que es la luz, es expresión del color, ya hecho en el pensamiento humanista latinoamericano. Su sintetización y el acto creador lo hallamos tanto en las fuentes del muralismo vital de los maestros mexicanos así como también dentro de las corrientes indigenistas de los maestros peruanos. En su médula y revestimiento artístico también está incluida la obra insigne del Maestro español Francisco José de Goya así como la del expresionista de los Países Bajos, Vicent van Gogh.

Luz y sombra, fue la creación de un Maestro de todos los tiempos, Francisco José de Goya. A través de ellos, se puede signar todo lo que está relacionado al hombre, y lo que el hombre no puede eludir en estos tiempos para romper las cadenas del obscurantismo y establecer los juicios en donde venza la razón frente a cualquier determinismo enajenante de las clases jerárquicas, y como también lo intenta Leonardo Casimiro, sobre todo, en sus cuadros donde la luz es llevada por muchas manos y cada quien se sirve de ella; y en otro cuadro, un niño alimenta sus conocimientos a través de ella; y en otro cuadro, más patético, alguien muestra ante la luz su propia mascarada de vida, su propio rostro de falsedad frente a los otros.

La plasmación de esta serie de obras del Maestro Leonardo Casimiro nos conduce a la misma realidad peruana, hecha en sus diversos escenarios, y por lo general ligada a los personajes que viven en las poblaciones marginales. Con acentuado realismo el artista peruano capta dentro de esos espacios los diversos motivos de la vida real.

Su arte hecho con los pinceles del color que va desde la explosión viva y centrifugal nos muestran los procesos de la formación de estas zonas marginales, siempre en los alrededores de la gran ciudad. Las líneas del color marrón que demarcan las calles, también nos muestran la heterogeneidad de los edificios, y nos hacen ver en su totalidad un plan individual en la construcción pero también nos dicen de los grandes esfuerzos invertidos por esta gente para su existencia.

Así como el pintor Vicent van Gogh nos ilustra, sobre la vida dura de un hombre, en un cuadro expresivo y existencial, plasmando un par de zapatos viejos y usados hasta la saciedad por ese mismo hombre, Leonardo Casimiro, artífice vigoroso del pincel, también pinta los trajines de la vida de los cargadores que van por la calle transportando sus pertenencias o mercancías, fuera de los usos de la técnica moderna que se permiten las sociedades de consumo o como una parte de un proceso todavía no concluido en sociedades dependientes. Pero en su pintura también hay los colores verdes o marrones botellas, que reflejan los rostros expresivos de esa misma gente, ya sea formado un grupo en la reflexión, en el descanso, en el dolor, en un viaje en ómnibus al trabajo, o mostrando la intensidad de los ojos desorbitados frente al asombro o el miedo, como una expresión goyana frente a un acontecimiento.

La muestra Crónicas de una Vida, nos invitan a reflexionar sobre el Arte como trabajo individual y de la sensibilidad del propio artista, pero también de alta responsabilidad con la época en la cual el artista vive y se realiza. Los grandes maestros han hallado en la vida misma el color exigente que es la cobertura de los diferentes espejos de la realidad histórica que le sirvieron de modelos. El propio genio, respira esa fuerza vital cuando descubre que su inspiración está trazada por un signo que le ordena desarrollar un objetivo, o vislumbrar una idea a través de la imagen. Otros solamente pretenden el color y allí solamente trazan una partitura. La obra de Leonardo Casimiro traza muchas partituras, pues es la signatura de la Vida en toda su amplitud y desarrollo, y ella esta vista en sus diversas dimensiones, en donde el observador puede hallarse y puede encontrar el diálogo consigo mismo y con los otros espectadores.

Con Leonardo Casimiro podemos identificar los procesos sociales o cambios de transformación en una época inconclusa en el punto en donde se inicia un Estado social y el ser social pasa a ser otro, como lo hecho también por el alemán Zille, a comienzos del siglo XX, dentro del proceso de transformación capitalista alemana y dentro del Arte berlinés, pero también Vincent van Gogh, de los Países Bajos, o Francisco José de Goya en España bajo el dominio napoleónico. Su muestra nos enseña, que no solamente el Arte está constituido por una expresión de líneas y de colores abstractos, sino que éste, debe de estar atento a su época - espejo vivo de su realidad- y desde allí puede mostrarnos los anhelos, los objetivos, los contrastes sociales polares y los tiernos de la vida, y elevarlos a otro nivel, repetitivo y regresivo en su dialéctica diferenciada.


José Pablo Quevedo
Berlín, junio de 2008


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