José Pablo Quevedo


El viejo combatiente


(A Gastón, obrero alemán, hecho de ilusión y de fuego)


Lleva la heroicidad de los viejos combatientes,
aunque su mirada se recrea con las gaviotas que chillan,
y que reclaman trocitos de pan a los pasantes.

Él les reparte su hondura en cada pedazo cortado.
Nos ausculta, cuando hablamos de las revoluciones
pasadas, muerde el cigarro, agita la cabeza.

No creas el cien por ciento de lo que te dicen.
El mundo de las palabras dichas como en profecías
ya no son creíbles. Mi corazón viejo giró al sol,
contó sus rayos ante las sombras de un camino.
Hoy he perdido la cuenta de cuánto tiempo circuló
en nuestra esfera, mi tiempo lo dediqué a organizar
el trabajo en una empresa de locomotoras, y de allí no salí,
hasta que el muro lo tumbaban a pedazos.
Ahora, no sé si el verano es más importante que la nieve.

Más cuando ya no atinada, me he respuesto de otra sorpresa.
Y sé que también vuestra América, ahora, palpita.
Y la luz cabalga en un indio llamado Evo.
Y hay otro general, que dicen, es de cojones.
En algun diario, leo, que hay hombres
que le dan otro rostro a tu América,
que levantan puentes y puños como altas torres.

Nada es igual y nada queda igual en este mundo.
Y aunque los diletantes no lo reconozcan,
mi corazón que fue obrero, aún, gira hacia la izquierda.


José Pablo Quevedo, Perú

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